10 de abril de 2010

GARZÓN

Hace ya varios años, estaba comiendo en un conocido restaurante madrileño cuando de repente escuché aplausos en la sala. Me giré y vi que desde la esquina avanzaba hacia la salida un hombre que acababa de abandonar la mesa, y al que otros clientes, al reconocer, comenzaban a aplaudir. Era Baltasar Garzón, ya por entonces juez estrella.
Nunca he hecho informaciones relacionadas con Justicia, pero en una redacción es inevitable escuchar comentarios. Y algunos de mis colegas que entienden más del asunto no son muy amables cuando hablan de Garzón; sobre todo cuando se refieren a su "habilidad" para instruir los casos. Yo, que siempre he estado muy pegada a la tierra -natural, me crié en el barrio madrileño de Canillas, en una casa baja con puerta a la calle-, me quedo con lo "macro": Garzón es un señor cuyo nombre relaciono con la lucha contra los narcotraficantes gallegos, con la batalla legal para acabar con el terrorismo, por meterle el miedo de la Justicia en el cuerpo a Pinochet, y por meter mano a uno -más, pero grande-de los casos de corrupción política en nuestro país.
Hubo un tiempo en que en España estaban en la cárcel, por corrupción, el señor que dirigía la Guardia Civil y el que firmaba los billetes del Banco de España. Me daría mucha vergüenza ver a un Juez -con mayúsculas- como Garzón sentado en el banquillo. Si hoy estuviera en ese restaurante y me lo encontrara, yo sería de las que se levantan a aplaudirle.

Sara Medialdea

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