13 de abril de 2010

Una preguntita

Antonio R. Naranjo

No es tan difícil, pero en estos tiempos de trincheras lo más sencillo se retuerce para despejar el balón sin dar una respuesta. Una semana después de conocerse el contenido del sumario Gürtel, Rajoy no ha tenido a bien explicar aún por qué ha pagado una pensión a Matas y la defensa y su salario a Bárcenas: lo demás no importa tanto, ya se encargará el juez o el votante, pero de esto sólo podía hacerse cargo él.

Tampoco se conoce una explicación medio decente de Tomás Gómez sobre la imputación de su número dos, la ex alcaldesa de Torrejón de Ardoz, en una permuta de terrenos que dañó a su municipio, benefició a una empresa privada y contó con el rechazo de los técnicos municipales, desoída: es verdad que al PP madrileño le interesa especialmente destapar una cloaca enemiga, pero los juicios de intenciones no invalidan ni tapan la carga de los hechos.

A José Bono le tienen gato determinados medios de comunicación, que no soportan su porte, o sus victorias, o su cara, o todo. Y sí, es posible, sacan la escopeta que guardan para otras piezas mayores para matarle como al Camborio sus cuatro primos Heredia. Pero podría explicar, al resto, cómo ha logrado amasar un patrimonio inmobiliario tan jugoso como difícilmente compatible con los emolumentos reconocidos en un larga vida de trabajo: la mayoría de la gente hace lo mismo, y no le da para pagar una simple hipoteca.


En la lista cabe Aznar, que ha explicado en Sevilla cómo debe combatirse la corrupción sin aclarar primero por qué han acabado imputados todos los amigos de su yerno, capaz de convertirse en el tiempo que a otros les da para acabar una carrera en un auténtico capo europeo del fútbol, la televisión, la banca y los coches de carrera: nada que el talento aliado con la suerte no permita, pero la coincidencia entre la agenda de Agag y el sumario de Pedreira reclama al menos una ligera aclaración.

También puede explicarse, si quiere, el nuevo rector de la Universidad de Alcalá. Todo tendrá respuesta, y será sin duda muy decente. Pero antes de conquistar el mundo desde el trono cisneriano, no estaría mal que aclarara el camino seguido por su familia, la de su principal colaborador, la de sus ayudantes o la de los amigos constructores o políticos de cualquiera de ellos para vivir en y desde la misma institución a la que tantos quieren llegar y tan pocos llegan. Y cuál es, con balances, incrispción registral y reparto exacto de dividendo, el entramado empresarial preciso de la institución pública que dirige.

Antes, creo, había un código compartido con unos límites aceptados por todos que no podía excederse: por delante de la línea estábamos todos, así; y quien la cruzaba se quedaba solo. Hoy tenemos cómplices o gorilas, que tapan el crimen como Harvey Keitel en Pulp Fiction o matan al inocente para evitarse el problema, con un único punto en común: háganles la pregunta más sencilla y verán cómo se enredan en la respuesta más compleja.

La democracia, en fin, se ataca y se salva de la misma manera: defendiendo o impidiendo el silencio más leve, sin más. Respondan, pues. Y pregunten.

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